domingo, marzo 08, 2009

¡Carnavales...los de ayer!





Sentada bajo la sombra de los tilos en la placita del barrio, aspirando su aroma miro alrededor, nada es igual, sólo ellos son mudos testigos del ayer que me habla de mi infancia perdida, de ésta soledad que me envuelve queriendo dibujarme entre nebulosas juegos de niños entre risas y una pregunta que ronda lastimera aguijoneándome, ¿dónde quedó mi niñez?, ya ni el parque es el mismo, sólo los árboles, más nudosos por los años extienden ramas queriendo alcanzar… ¡¿qué?!.
Bajo el cielo azul trinar de pájaros,…soy yo la que hoy dice: “¿Te acordás che de los carnavales cuándo éramos chicos?”. Aquí mismo jugábamos al agua, si salías a la calle corrías el riesgo de recibir un baldazo, grandes y chicos salían con cacerolas, baldes, palanganas, y el que los viejos tenían un poco más de plata, “el pomo”,… las canillas de los parques hacían correr el agua sin parar mientras hacíamos cola para llenar la vieja lechera de aluminio de la abuela y corriendo, perseguir al que estaba más cerca para mojarlo. Las bombitas de agua que manteníamos dentro de los baldes a tope con agua y que apenas podíamos levantar, todo para que no exploten antes de tiempo,… y correr arrojándolas a ese de la otra cuadra que no tragamos de nada y terminaban a veces escrachadas contra un bondí, que tenía las ventanillas abiertas y mojabas a los pasajeros que te rajaban una puteada levantando manos amenazantes,…No había un lugar donde esconderse y reíamos, ¡pucha cuánto reíamos!,…¡con qué poco éramos felices che!...
Luego a casa a sacarnos la ropa mojada y después de unos mates, una ducha y preparar los disfraces para ir al club a bailar,…¡nuestro club de barrio!, cita indiscutible para escuchar orquestas de tango y bailarlo, mientras pedíamos plata para papel picado, serpentinas, pitos, maracas, el choripán que nos hacían comer o un pancho con mostaza porque no habíamos cenado y una “Bidú”, el naranjín que tomábamos.
La vieja era una piba cuando entre risas, con su amiga se pintaban la cara y se disfrazaban para ir al club y yo era una purreta que la miraba absorta y embobada, ¡era tan linda la vieja!…antes de irnos los bombos anunciaban la llegada de las murgas y salíamos rajando para la calle a verlos. La gente se arremolinaba en las veredas mientras veíamos a quienes la encabezaban, eran los transformistas, ¡si parecían mujeres con esos cuerpazos!,…algún candombe se oía y entre saltos y volteretas de mareados los murgueros bailaban, hoy tratan de mantener el rito, los que quedan lo llevan en la sangre y no es lo mismo, pero pelean mansamente para recuperarlo.
Íbamos al Pueyrredón, su patio grande decorado con guirnaldas de papel y lamparitas de colores, las mesas y sillas de chapa en círculo dejaban una pista para bailar y al fondo, un escenario donde las orquestas hacían sonar sus instrumentos y…¡un bandoneón che!, que te ponía la carne de gallina al escucharlo.
Yo era una pibita cuando oía cantar a un Goyeneche joven, aplausos que ensordecían vitoreándolo y pidiendo más, … yo tironeándole la manga del saco a mi tío para que baile conmigo,…¡si aprendí montada en sus pies!... y me gustaba,…¡cómo me gustaba bailar tango en los carnavales de ayer!.
Los años pasaron y la dictadura y los milicos nos comieron el coco, nos sacaron todo, hasta la vida y la última gota de sangre de “nuestros hermanos”, ¡cuánta miseria che!, pobreza de un país rico y miseria de todo tipo, de la peor, la miseria humana,…ya no hay carnavales como los de ayer ni sus días son feriados. ¡Nos han robado la identidad, las tradiciones!...¡¿Quién va a tener memoria así che!?
“Luna de Avellaneda”, la peli que nos muestra nuestra realidad hoy,… ¡no hay que ir a Avellaneda para ver lo que pasa!, los clubes se mueren de hastío en todos los barrios, se van vendiendo de a “cachos”, la ciudad es un enjambre de cucarachas que salen por las noches buscando que morfar en los tachos de basura, los pibes van al cole cuando no hay huelgas, ya no hay un jarrito de leche con mate cocido y un pan a media mañana o media tarde, ¿dónde están esas escuelas de ayer?, ¿y esas fabricas?, ¿y los laburos decentes?, ¿y los hospitales?, ¿dónde quedó el cana de la esquina? que del otro lado de la ventana se tomaba un mate y te daba los buenos días. ¡¿Dónde quedó el respeto che?!, debo estar muy vieja para pensar así y mirar el ayer con tristeza.
¡Si la Boca hablará!, aún sobreviven los conventillos pero su gente no es la misma, hoy es un lugar pintoresco para turistas, ¡si supieran cuanta historia se esconde entre sus chapas!, ¡en sus patios!, cuánto llanto de añoranzas y risas que siguen retumbando en sus paredes de madera, de pibes jugando a la pelota. Un patio que los juntaba a todos en las fiestas, alineaban mesas vistiéndolas con los manteles que estaban guardados, los de hilo bordados, cada uno ponía lo suyo y compartían la comida, después del brindis de media noche, se corrían las mesas y las sillas dejándolo libre para el bailongo, que duraba hasta que salía el sol.
¡Los corsos de Plaza de Mayo, de la Boca che!,…si caminar por la calle era hundirse en papel picado hasta los tobillos, las calles llenas de gente, los negocios a reventar haciéndose el día, la actitud de la gente, mi gente que solía disfrazarse y disfrutaba llevando de la mano a sus hijos, comprarles algodón de azúcar al fulano de la esquina, que le daba con el pie a un pedal para ir enrollándolo en un palito y luego, depositarlo en unas manitas pequeñas que le sonreían,… o para tomar algo en algún café, o sentarnos en una plaza a descansar los pies para terminarla en la Costanera mirando amanecer sobre el río …esa era mi Buenos Aires y hoy,… ¡devuélvanme la identidad!,…¡Carnavales…los de ayer!