miércoles, mayo 18, 2011

Una fría y oscura noche (relato erótico leído en la semana Joven de Sallent, Provincia de Barcelona)

El recuerdo seguía vigente a pesar de los años sin querer caducar. Había noches en donde se hacía patente y con solo cerrar los ojos, se veía como aquella vez nuevamente, ingenua e insegura. La nostalgia la envolvía arrullándola y trasladándola a un tiempo ido, revivía ese amor fugaz, amor de un momento, convirtiéndolo en intemporal. La ensoñación la trasladó a ese momento único e irrepetible, diez años atrás ubicándose en el lugar exacto…

Miró por centésima vez el reloj pulsera ajustando la visión, la noche fría y oscura no la dejaba verlo bien, pero como siempre llegaba tarde. Sus pasos apurados la llevaban a la parada del bus, era el último de la noche y si lo perdía no había forma de volver a casa, a menos que a esas horas pasara un taxi y pensó en cuanto dinero llevaba encima, se dijo que no le alcanzaría para pagarlo así que trotando, llegó justo a tiempo. Subió y notó que alguien ascendía detrás, no lo había visto en su apuro y después de recibir su boleto se arrebujó en un asiento frotándose las manos.
El otoño estaba abriendo paso a los primeros fríos que anunciaban la llegada del invierno y tuvo un escalofrío al sentirse al abrigo cálido del bus que ya se ponía en movimiento. Levantó la vista y lo vio, parado oteando hacia el fondo, buscando un lugar para sentarse. Iba lleno y reparó que el único lugar disponible estaba al lado de ella, la miró, se desabotonó la chaqueta y se sentó a su lado.
- Se vino el frío de golpe ¿no? – le dijo sonriéndole. Nunca antes le habían dirigido la palabra al viajar y por cortesía le respondió tímidamente.
- Sí, ésta noche hace mucho frío – su ojos de un azul claro le mantenían la mirada atravesándola. Recorrió su cara en breves segundos antes de bajar los ojos, su sonrisa dejaba entrever unos dientes blancos y parejos, de labios finos, la nariz aguileña y el cabello algo largo de color castaño oscuro. Sintió brotar el rubor en sus mejillas al comprobar que estaba hablando con un extraño y que además le gustó al escuchar su voz tan varonil.
- Me llamo Agustín ¿y vos? – era bonita pensó él. Llevaba el cabello rojizo largo atado en una coleta, sus ojos color avellana rasgados le adjudicaban una mirada gatuna, sus labios carnosos y rojos, de silueta espigada y alta, que observó al verla subir tan apurada delante suyo. Ella no había reparado en él, pero a él no se le escapó detalle.
- Paula, me llamo Paula…- su arrebatada cara le producía un calor a punto de hacérsela estallar, estaba algo turbada mirando a ese desconocido que le producía cierta excitación. Olía a loción después de afeitar y le agradaba mucho.
- Varias veces viajamos juntos a esta misma hora y nunca había reparado en lo lindo que son tus ojos. - y era verdad. Él siempre estaba apurado como ella y no se detenían en mirar alrededor y hoy, un simple impulso, los convertía en conocidos.
- Vivo apurada, me levanto temprano cada día para ir al trabajo, mis comidas son a las corridas y llego a la Facultad fatigada donde curso tres materias. Me apuro al salir para poder tomar el último bus que me devuelve a casa y el agotamiento suele convertirme en una autómata… discúlpame,… hablo demasiado y no es común en mí.- sintió vergüenza por tanta verborragia nacida no sabía de dónde.
- No te disculpes, a mi me pasa lo mismo. Yo también curso en la misma Facultad que vos, ¡pero nunca nos cruzamos…! - rió y su risa le llego con inusitada alegría.
Hablaron durante todo el viaje riendo por momentos, contándose sus historias personales, diciéndose donde vivían, mientras los pasajeros iban bajando en las distintas paradas hasta que sólo quedaron ellos dos. En un momento dado el le tomó las manos para que notara lo frías que estaban las suyas. La sensación que sintió al simple contacto, le recorrió el cuerpo como una descarga eléctrica, que no le paso desapercibida a él que sintió lo mismo. La atracción era mutua y después de 55 minutos de viaje, ella llegaba a su destino.
Él bajó con ella para acompañarla hasta la puerta de su casa, la de él quedaba a unas calles de la de ella y le dijo que se quedaría más tranquilo si la dejaba sana y salva, después él recorrería esas calles hasta la suya. Eso la impresionó, era un detalle que la hizo sentirse halagada y protegida.
Ya en la puerta, ella la abrió y le dio las gracias mientras encendía la luz del hall de entrada al edificio de apartamentos. Él le acercó la cara para darle un beso de buenas noches y sin quererlo sus labios se encontraron. Fue un roce tibio de labios y consternada lo miró a los ojos inquisitivamente. Sin mediar palabra alguna, dejándose llevar por el momento, se abrazaron y besaron apasionadamente entreabriendo las bocas y paladeándose, sus lenguas jugaron alborotadas.
Lo arrastró hacia dentro y la puerta se cerró a sus espaldas silenciosamente. La luz se apagó y a tientas, buscaron desaparecer al amparo de las sombras subiendo algunos peldaños de la escalera. Con torpeza y sin dejar de besarse, se fueron despojando de sus abrigos y estrechando aún más sus cuerpos, fueron palpando las partes íntimas en un reconocimiento interminable.
La falda corta propició el manejo de su mano hábil al apartar la braga de su sexo, acariciándola y excitándola más.
Estimulada y enardecida, sus manos torpes bajaron la cremallera del pantalón de él queriendo incitarlo a seguir adelante. No hizo falta, sintió en su mano el miembro viril erecto y duro. Con besos quisieron acallar los gemidos mientras el corazón se desbocaba agitado. Él con inevitable urgencia la hizo sentar al borde de un escalón abriéndole las piernas y arrodillado delante de ella un escalón más abajo, se acomodó entre sus muslos y la penetró con ímpetu. Entre aceleres que urgían y demoras que prolongaban el placer, fueron retrasando el clímax.
Después…después se arreglaron la ropa, se despidieron con un beso ardiente y la puerta se cerró detrás de él para siempre.

Hoy, a sus 29 años sigue recordándolo y pensando que tal vez sus caminos vuelvan a cruzarse o sólo quede de él, la reminiscencia de un espejismo.

domingo, enero 10, 2010

Vidas Cruzadas

Vidas cruzadas

El Ultimo Café

Era un día como cualquier otro, volver del trabajo y encender la estufa calada de frío, cambiarme de ropa y sentarme ante el pc para encontrarme con un mail de ella, que me producía tanta alegría al leerla en la distancia, pero esta vez no era como siempre, todo lo que leía era tan irreal que el desconcierto me dejó algo paralizada, lo releí varias veces remontándome al pasado. ¿Cuánto tiempo había transcurrido desde que quise encontrarlo?, ¡casi 4 décadas desde la primera vez!, luego pasó una década más para que volviera a intentarlo y hoy, a más de treinta años después de esa primera vez, mis ojos pasaban por decenas de páginas del Google en donde figuraba su nombre. Miraba las fotos buscando en su cara algún parecido conmigo, algo que me dijera que “ese” que estaba mirando era mi padre, pero la imagen me devolvía la silueta de un hombre mayor casi anciano, cabello blanco, tez trigueña y una sonrisa de dientes parejos que seguramente no eran los suyos ya. Mis manos temblaban mientras el corazón dolía sordamente, no existía en mí un atisbo de cariño o alegría, simplemente era curiosidad mientras el estómago se contraía.
Mi hija trabajaba para la Ciudad de Buenos Aires y era ella la que lo había encontrado buscando justamente, figuras de bailarines de tango para un evento de la tercera edad. Yo vivía a 12 mil km de distancia en otro continente, específicamente en un pueblito de Catalunya Sallent provincia de Barcelona y todo esto me era tan extraño, es otra la edad en donde sólo me motivaba el fisgoneo y una sensación de déjà vu instalado en los huesos. Devoraba páginas queriendo descubrirlo, había recorrido el mundo siendo un “milonguero”, pertenecía a los tangueros de la década del 40, en donde los niños bien iban al cabaret para bailarlo,…¡era un tanguero! y reconocido.
Tenía su dirección de correo electrónico y me decidí a escribirle sin esperar respuesta, ya lo había hecho en el pasado y esta vez no era distinta de esa vez, la única diferencia era que mis palabras llegarían directamente a él sin intermediarios. El mail estaba cargado de incertidumbre y decía así:
Ricardo:
No sé bien como comenzar éste mail, ni cómo llamarte ya que mi nombre es Mónica Vidort y según mi documentación hija tuya. En varias oportunidades de mi larga vida he tratado de encontrarte, no me fue posible aunque he llegado a hablar con tus tías y por ellas he sabido algo de vos.
Hoy que vivo concretamente en Barcelona, por una coincidencia, encontré en el Google tu nombre buscando el mío. De ésta manera supe mucho más de vos, conocí tu rostro que me estuvo vedado todos los años que tengo (54) y que reconozco no encontrarle parecido al mío ya que soy un calco de mí mamá, Rosita; pero el color de la piel la heredé de vos.
Es extraño estar contándote cosas, es extraño escribirle a un padre que nunca tuve y seguramente no sabe nada de mí, ni de mi hermana Silvia, es extraño haberte descubierto a través de una página de internet, en donde buscaba poesías mías que están en concurso.
La paradoja de mi vida es haber cantado tangos y amarlo, y sin saberlo, vos seas un famoso maestro de tango. Mi vida estuvo vinculada al arte siempre, desde tocar la guitarra, bailar, pintar y dibujar con carbonilla, hoy escribo y amo la literatura.
No sé que más contarte, sólo compartir con vos mí sorpresa y esperar si en algún momento me escribes, con esto no estoy pretendiendo recuperar el tiempo perdido, si bien llevo tu misma sangre, lo que hace al amor y el cariño es el contacto diario, algo ausente en nuestras vidas.
Recibe mi respeto y un cálido saludo.
Mónica Vidort
Ya había sido mandado el mail, no había vuelta atrás y sólo cabía esperar y,... no sé que esperaba. Fue una noche llena de sobresaltos, el desvelo instalado en cada poro pensando sin saber que pasaría mañana,…mañana. La respuesta no se hizo esperar, al día siguiente al volver del trabajo y como un rito después de encender la estufa, abro el correo y lo veo allí esperándome. La ansiedad se convirtió en un torbellino de sensaciones, el palpitar acelerado, espasmos abdominales, sudoración con un frío que pela y una ausencia total de un sentimiento que no habitaba dentro mío. Su mail era prometedor y lleno de culpa, decía así:
Dios te ha traído a mi vida aunque me quede poco tiempo, también la tía Ñata ya fallecida el año pasado, me dijo de tus llamadas, pero como siempre, viajo constantemente por el mundo bailando y enseñando en más de 23 países y muchas ciudades. Jamás pondría una excusa a mis errores pues nunca he dormido con la paz que debiera haber tenido. Aún así, ya casi con 77 años y enfermo de una grave dolencia, Dios me mandó éste castigo y una de las grandes causas es mi débito contigo y con Silvia. No obstante veré como tendremos, si tú me lo permites contacto, pues iría a Barcelona ya que me han pedido un libro de la historia de éste milonguero, que sólo supo bailar sin tornar la cabeza atrás y ver cuánto había perdido. Si sé que es difícil para ambos retornar pero es algo que de alguna manera les debo, por favor déjame tratar de llegar y veremos si cabe vuestro perdón, pues quien no supo cómo mantener éste contacto, tal vez no merezca nada. Me encanta la idea de que estés en el arte, pues éste fue parte, gran parte de mi vida y aún prefiero ver El Prado que bailar. No me siento bien te la seguiré mañana pues tomo unos medicamentos que me dejan mal y somnoliento. Mañana seguiré aún diciéndote más. Déjame daros a ambas un gran abrazo, las amo aún en ésta forma tan atroz y con tanta distancia…Ricardo.
Hubo otro mail mío que él jamás leyó, nunca supo que Silvia había muerto antes que él de la misma y cruel enfermedad. Se encontraba en New York cuando dejó ésta historia inconclusa y me fue notificada por una medio hermana que tengo y que padeció igual suerte, sólo que ella atesoró momentos vividos con él y su bohemia, que yo no tengo, sólo hay un vacío enorme que ya nunca se llenará.
La vida está llena de encrucijadas donde un sólo momento nos marca para siempre sin saber que hubiese sido el después, historias inacabadas que dejan un gusto amargo en la boca y que nos rondan hasta el final de nuestros días…y un tango que me envuelve como mortaja diciéndome quién soy.



domingo, marzo 08, 2009

¡Carnavales...los de ayer!





Sentada bajo la sombra de los tilos en la placita del barrio, aspirando su aroma miro alrededor, nada es igual, sólo ellos son mudos testigos del ayer que me habla de mi infancia perdida, de ésta soledad que me envuelve queriendo dibujarme entre nebulosas juegos de niños entre risas y una pregunta que ronda lastimera aguijoneándome, ¿dónde quedó mi niñez?, ya ni el parque es el mismo, sólo los árboles, más nudosos por los años extienden ramas queriendo alcanzar… ¡¿qué?!.
Bajo el cielo azul trinar de pájaros,…soy yo la que hoy dice: “¿Te acordás che de los carnavales cuándo éramos chicos?”. Aquí mismo jugábamos al agua, si salías a la calle corrías el riesgo de recibir un baldazo, grandes y chicos salían con cacerolas, baldes, palanganas, y el que los viejos tenían un poco más de plata, “el pomo”,… las canillas de los parques hacían correr el agua sin parar mientras hacíamos cola para llenar la vieja lechera de aluminio de la abuela y corriendo, perseguir al que estaba más cerca para mojarlo. Las bombitas de agua que manteníamos dentro de los baldes a tope con agua y que apenas podíamos levantar, todo para que no exploten antes de tiempo,… y correr arrojándolas a ese de la otra cuadra que no tragamos de nada y terminaban a veces escrachadas contra un bondí, que tenía las ventanillas abiertas y mojabas a los pasajeros que te rajaban una puteada levantando manos amenazantes,…No había un lugar donde esconderse y reíamos, ¡pucha cuánto reíamos!,…¡con qué poco éramos felices che!...
Luego a casa a sacarnos la ropa mojada y después de unos mates, una ducha y preparar los disfraces para ir al club a bailar,…¡nuestro club de barrio!, cita indiscutible para escuchar orquestas de tango y bailarlo, mientras pedíamos plata para papel picado, serpentinas, pitos, maracas, el choripán que nos hacían comer o un pancho con mostaza porque no habíamos cenado y una “Bidú”, el naranjín que tomábamos.
La vieja era una piba cuando entre risas, con su amiga se pintaban la cara y se disfrazaban para ir al club y yo era una purreta que la miraba absorta y embobada, ¡era tan linda la vieja!…antes de irnos los bombos anunciaban la llegada de las murgas y salíamos rajando para la calle a verlos. La gente se arremolinaba en las veredas mientras veíamos a quienes la encabezaban, eran los transformistas, ¡si parecían mujeres con esos cuerpazos!,…algún candombe se oía y entre saltos y volteretas de mareados los murgueros bailaban, hoy tratan de mantener el rito, los que quedan lo llevan en la sangre y no es lo mismo, pero pelean mansamente para recuperarlo.
Íbamos al Pueyrredón, su patio grande decorado con guirnaldas de papel y lamparitas de colores, las mesas y sillas de chapa en círculo dejaban una pista para bailar y al fondo, un escenario donde las orquestas hacían sonar sus instrumentos y…¡un bandoneón che!, que te ponía la carne de gallina al escucharlo.
Yo era una pibita cuando oía cantar a un Goyeneche joven, aplausos que ensordecían vitoreándolo y pidiendo más, … yo tironeándole la manga del saco a mi tío para que baile conmigo,…¡si aprendí montada en sus pies!... y me gustaba,…¡cómo me gustaba bailar tango en los carnavales de ayer!.
Los años pasaron y la dictadura y los milicos nos comieron el coco, nos sacaron todo, hasta la vida y la última gota de sangre de “nuestros hermanos”, ¡cuánta miseria che!, pobreza de un país rico y miseria de todo tipo, de la peor, la miseria humana,…ya no hay carnavales como los de ayer ni sus días son feriados. ¡Nos han robado la identidad, las tradiciones!...¡¿Quién va a tener memoria así che!?
“Luna de Avellaneda”, la peli que nos muestra nuestra realidad hoy,… ¡no hay que ir a Avellaneda para ver lo que pasa!, los clubes se mueren de hastío en todos los barrios, se van vendiendo de a “cachos”, la ciudad es un enjambre de cucarachas que salen por las noches buscando que morfar en los tachos de basura, los pibes van al cole cuando no hay huelgas, ya no hay un jarrito de leche con mate cocido y un pan a media mañana o media tarde, ¿dónde están esas escuelas de ayer?, ¿y esas fabricas?, ¿y los laburos decentes?, ¿y los hospitales?, ¿dónde quedó el cana de la esquina? que del otro lado de la ventana se tomaba un mate y te daba los buenos días. ¡¿Dónde quedó el respeto che?!, debo estar muy vieja para pensar así y mirar el ayer con tristeza.
¡Si la Boca hablará!, aún sobreviven los conventillos pero su gente no es la misma, hoy es un lugar pintoresco para turistas, ¡si supieran cuanta historia se esconde entre sus chapas!, ¡en sus patios!, cuánto llanto de añoranzas y risas que siguen retumbando en sus paredes de madera, de pibes jugando a la pelota. Un patio que los juntaba a todos en las fiestas, alineaban mesas vistiéndolas con los manteles que estaban guardados, los de hilo bordados, cada uno ponía lo suyo y compartían la comida, después del brindis de media noche, se corrían las mesas y las sillas dejándolo libre para el bailongo, que duraba hasta que salía el sol.
¡Los corsos de Plaza de Mayo, de la Boca che!,…si caminar por la calle era hundirse en papel picado hasta los tobillos, las calles llenas de gente, los negocios a reventar haciéndose el día, la actitud de la gente, mi gente que solía disfrazarse y disfrutaba llevando de la mano a sus hijos, comprarles algodón de azúcar al fulano de la esquina, que le daba con el pie a un pedal para ir enrollándolo en un palito y luego, depositarlo en unas manitas pequeñas que le sonreían,… o para tomar algo en algún café, o sentarnos en una plaza a descansar los pies para terminarla en la Costanera mirando amanecer sobre el río …esa era mi Buenos Aires y hoy,… ¡devuélvanme la identidad!,…¡Carnavales…los de ayer!

miércoles, marzo 26, 2008

¡Volver!...


Pasos apurados,… velocidad en las piernas que se acalambran, avanzar corriendo, pitando para llegar a tiempo, ¿a dónde?, ¿al trabajo, a una cita enamorada?, a tomar el bondi para llegar a alguna parte,...¡si todo sigue allí a pesar de las demoras y tardanzas!
Tanta urgencia sólo por cumplir con un maldito horario, porque alguien invento el reloj que nos marca el tiempo y nos mantiene esclavos de las horas, los minutos y hasta los segundos,… castigándonos.
Avanzar sorteando obstáculos, ensordecidos en un bullicio de una ciudad que aturde masificada, que nos envuelve con aromas rancios de pavimento y gases de gasoil quemado que vomitan los caños de escape, para darnos de lleno en la cara,… intoxicándonos.
La ciudad despierta y late por sus arterias sueños reprimidos y a veces olvidados,…el obelisco se mantiene incólume al paso de los años invadiéndome los recuerdos de un ayer lejano.
Erguido y estático, fiel testigo, a sus pies hordas de obreros enarbolaron banderas contra el capital que hoy nos sigue manteniendo atrapados.
Mestizaje de razas y costumbres forjaron ésta cultura nostálgica que mira siempre al viejo mundo,… raíz de lo que somos en añejas historias contadas y transmitidas de padres a hijos, que desvalidos huyeron de barbaries como la guerra, el hambre, la miseria, las persecuciones ideológicas y las torturas.
Tampoco nosotros, sus hijos, escapamos a eso, eso tan brutal que quiso callar éste espíritu libre, solidario y lleno de ilusiones, que pobló ésta tierra bendita regada con lágrimas de desarraigo, y sus frutos la hicieron suya amalgamando sentimientos de un pasado y un presente, hermanándonos.
El fuelle oxigena nuestros pulmones a donde vayamos, con sus notas que son brisa y aire aplacando tanta fatiga y el mate, el mate que remite nuestra sed llena de melancolía, en ésta indigencia de lugares y gente querida, pensando siempre en volver.
Tardecitas de Buenos Aires, sin reloj ni apuros, tumbados de cara al sol en algún parque, oliendo a hierba verde, a pasto recién cortado, aromas de jazmines y glicinas que despiden los jardines de las casas, caminando bajo la sombra refrescante de tupidos árboles centenarios cuando el calor nos hierve en la sangre, en agobiantes veranos.
Volver se hace tan necesario, que duele la añoranza en cada rincón calando en el alma de los que no olvidamos.
Ciudad y río, garúa persistente incrustada en los huesos y detrás de un cielo gris plomizo, el sol que regala arco iris plagándonos de esperanzas con sonidos de tango, en un arrabal que se mantiene a cal y canto, identidad de otro tiempo que supura historias llenas de amor y desencantos, pero también de sueños alcanzados.
Conventillos,… hoy un lugar turístico,….esos conventillos de la Boca de chapa y madera pintados de muchos colores; abrazaron a inmigrantes que llegaban con el miedo incrustado en las ansías,… una familia por pieza y el orinal bajo la cama, pegados al puerto donde había trabajo; un patio enorme lleno de piletones donde las mujeres lavaban la ropa; las de ellas y para otros tratando de hacer algún “mango”.
Las planchas a carbón hoy decoran algunas cocinas mostrándonos el ayer de la abuela.
Ahí se harían realidad los sueños del hijo médico,… proletariado que dio estudio a sus retoños forjando así lo que hoy somos, en miles de noches de desvelos queriendo alcanzar un sueño, “el sueño”.
Inquilinato precario que fue castigado por las inundaciones y el fuego,… en donde el tranvía los levantaba para cruzar el Riachuelo al sonido de una campana y hoy sobrevive en un barrio, “Caballito”,… para paseo de los que no lo conocieron.
¡Nada de palomitas de maíz!,-como suelen decir aquí-¡ pochoclo como lo llamamos nosotros!... maníes y lupines, cubanitos con dulce de leche,…¡el Tortoni sigue vivo!, lugar de poetas como el Viejo Almacén, que sigue acunando al tango entre suspiros llenos de arrebatos.
Buenos Aires, mis ojos languidecen queriendo volver a verte,…y la frente se marchita como la del tango de Gardel.
¡Volver!,…volver al sur, a vos,…que sos un cacho de mi corazón atiborrado de vivencias queridas y de mi ser visceral hecho de amor por vos.
El tiempo apremia y el reloj no perdona sobreviniéndome el acuciante deseo de volver, porque te llevo clavado como abrojo tan difícil de desprender.
Volver a vos siempre,…al cobijo de mi gente que no tiene empacho al darte un abrazo, …vuelvo a vos, a pisar tus calles, al che piba, al barrio que me vio crecer, a mi propia historia que aún no tiene final.
¡Volver!,…

martes, febrero 26, 2008

Sempiterna melancolía


http://www.youtube.com/watch?v=QFY1m3OD0jY&feature=related

Sempiterna melancolía que arrebuja mi alma,… abstrayéndome en sensaciones de añoranzas que caminan por mis tegumentos anestesiados,…camino abismada.
Lento andar de nostalgias que se detienen para beber de mis poros el néctar de mi amor, libándome hasta los huesos nutriéndose de mis angustias.
Recorro senderos abstractos y desconocidos de enmarañados sentimientos que buscan la luz, esa que cegó mis ojos aullándole a gritos a Lázaro, para que me conduzca a la salida de éste laberinto.
El corazón partido en dos, dos mitades que no terminan de juntarse y en donde anida tanto sentir dividido.
Un océano azul separa los cariños, los que dejé del otro lado y los que habitan aquí, aquí mismo donde estoy,…y me debato en sus tempestuosas aguas queriendo abrazarlos a ambos sin poder conseguirlo.
Soy barrilete que asciende queriendo alcanzar el cielo, vacilante y oscilante en manos del viento, meneándome oteo horizontes tratando de ver.
Ramificado sentir del que adolece mi cuerpo y se expande por brazos y piernas agarrotándose.
Semillas de mi carne que el ventarrón llevó lejos, forcejeándome voy y vengo a través de un tiempo que no perdona,…doliéndome en las tabas.
El ayer nos apiñaba sentados alrededor de la mesa,…hoy solo hay huecos vacíos en festejos poblados de soledad.
…Sólo sus voces recorren kilómetros de distancias para decir “te quiero”,…desdibujando siluetas que envejecen con el tiempo en un mapa de recuerdos.
Montaré el pájaro de lata para llegar al otro lado, y así, podré extender alas de ternuras acariciando cabellos.
Costumbre de estar fraccionada y que siendo tradición de mis generaciones pasadas,…siguen sumergiéndome en esa melancólica nostalgia que me atrapa.

viernes, febrero 22, 2008

El malandra


El malandra oteaba desde la esquina, las manos en los bolsillos y la mirada huidiza.Sus ojos seguían sus pasos sin prisas, toda ella irradiaba luz de pureza, esa que sana heridas.
La piba llevaba siempre colgada una sonrisa que permitía ver una hilera de dientes parejos y blancos como perlas; cabellos dorados robados al sol del mediodía, dos bolitas azul cielo y una figura esbelta que le quitaba el aire.
El pucho en los labios y el humo que le hacían entrecerrar los ojos, le daban un toque de fiereza a esa mirada que la seguía por dos hendijas, como tajos dibujados en su cara.
Conocía todos sus movimientos, a la hora que salía para hacerle las compras a la vieja, el horario del colegio, las salidas al cine el fin de semana, sus amigas, el chabón que la cortejaba para sólo robarle un beso a escondidas, erupcionándole rubores en su hermosa cara.
Obsesión que le revolvía las tripas que lo destinaban al desvelo de noches eternas.
Era tan linda decía para sus adentros, que la Virgen de Luján debió parecerse a ella.
Se apostaba cada día en la esquina, al lado del destartalado almacén que envejeció al avance implacable de los hipermercados escapándole a los canas,…ya sabía lo que era estar en cafua y no quería volver ahí.
Aún conservaba la fama de cuchillero pero los años se le vinieron encima sin haber conocido las ternuras de una mujer; ahora, un ángel había llegado a su vida para trastocar esa calma ficticia de quien ve pasar la vida sin sobresaltos; habiéndose retirado de todo lo que hoy no lo enorgullecía.
Prendió otro faso con la brasa del que ya se había consumido y volvió a meter las manos en los bolsillos del pantalón.
Venía hacia él como cada día, pero sólo era una ilusión porque ella no lo veía.
Entró al almacén para llevarse el pan y su voz dulce y cantarina dio los buenos días, para él fue canción de Nereidas que lo hipnotizaban hasta hacerle perder la razón, desdibujándole los contornos del lugar creyendo estar en el paraíso…
Y la vio marchar para entrar en el zaguán de su casa.
Ya en su pieza se tiró en el catre para soñarla, hasta el apetito se le había ido, sólo fumaba y se cebaba algún mate para engañar el estómago.
En la oscuridad de la noche, apostado en la acera de enfrente y apoyado detrás de un árbol, su mirada acariciaba la puerta cancel de un zaguán inundado de glicinas y malvones, en donde ella se hacía arrumacos con el gil que la pretendía.
Hasta donde estaba llegaban sus voces y paraba la oreja cuando se susurraban un te quiero, deseando ser él a quién se lo dijera.
Cada día la misma rutina, rutina hecha costumbre aún cuando llovía, todo para poder verla, escucharla e imperceptiblemente olerla cuando el viento soplaba, para inundarlo con su aroma virginal hasta las trancas.
Con 50 años y varias muertes en su haber, se conformaba con una fantasía, una inalcanzable que le daba sentido a su mísera vida hasta que llegara la parca, y no notó que ya lo rondaba en un día como cualquier otro; él detrás del árbol como tantas noches en que los miraba despedirse entre abrazos.
El gil se calzó el casco, se montó en su moto mientras ella lo miraba y levantándole el brazo le insinuaba un chau agitando su mano.
La moto doblo la esquina y todo fue tan rápido; de un coche que estaba estacionado bajaron dos tipos que corrieron hasta la puerta cancel que aún la piba no había cerrado.
Uno la tomo por detrás tapándole la boca con una mano mientras la otra le rodeaba el pecho inmovilizándola; el otro empujo la puerta para entrar.
Su reacción fue instantánea movido por un acto reflejo, corrió de inmediato cruzando de acera, la mano buscando el cuchillo que siempre llevaba en la cintura del pantalón y que ya relucía en sus agarrotados dedos.
Tomó de los pelos al que la tenía y tirando su cabeza hacía atrás, le rebanó el cuello limpiamente dejándolo caer al suelo; el otro se dio vuelta sin comprender pistola en mano, cuando ya el malandra, apartándola a ella de un tirón, le caía encima hundiéndole el cuchillo en el vientre sacándolo velozmente para asestarle otra puñalada; el otro herido de muerte, le disparó a quemaropa el cargador.
Los tres yacían en la vereda teñida de rojo sangre; se encendieron las luces de las casas, se ilumino toda la calle, vocerío de los vecinos que se acercaban a ver que pasaba, y el ulular de la patrulla policial que se acercaba.
Ella se agacho y le sostuvo la mano, lo miraba llorando y sus lágrimas al resbalar le caían en la cara.
Quiso articular palabras que no salían de su boca, mientras ella pedía a gritos llamaran a una ambulancia.
Todo había terminado, el malandra murió con los ojos abiertos mirándola y una sonrisa en los labios húmedos de sal;… él que nunca había hecho nada bueno, él,…la había salvado.

domingo, febrero 17, 2008

Tiempo de milagros



(Foto Antonio Morales)

http://www.youtube.com/watch?v=bbdakZjHTys

Ven, acércate a mi lado, déjame hablarte bajito y contarte entre murmullos todo lo que mi corazón cansado implora, sabiendo de antemano, que el tiempo de milagros ha quedado atrás.
Nada puede devolverme el tiempo ido, los años felices de mi niñez, las locuras de mi adolescencia, los sueños de mi juventud.
Ya no puedo recuperar el embeleso de unos ojos sorprendidos, ni corretear por el verde césped de los parques o chapotear jugando con las olas del mar dando saltos, salpicándome con su espuma fresca.
Hoy mis pasos se han hecho lentos en unas piernas desfallecidas, por unos huesos que se baldaron desgastados en un cuerpo fastidiado por lo que fue.
La piel se ajó y formó surcos recorriendo los caminos de la vida, experimentando dolores y alegrías se fue cuarteando, mientras el cabello se destiñó no sé en que momento vistiéndose de plata.
Milagro era el amor que me florecía en sonrisas, en abrazos tiernos a mi madre, mi hermana, a mis tíos, a mi primer amor, a mis hijos, mi nieto, mis amigos y a todos aquellos que lo necesitaban.
Hoy algunos no están más, otros en cambio están lejanos de mis brazos.
…Milagro era el agua cristalina de unos besos húmedos llenos de codicia, entre ruborizados deseos que ardían excitados, aguijoneándome las esquinas.
Milagro de develados amaneceres caminando tomada de la mano, acordonada con sentimientos de nívea pureza.
Milagro fue la gestación de un ser minúsculo, que al parirlo entre asombros tenía vida propia.
Fue sortear obstáculos en el transcurrir de los años, dándolo todo sin esperar nada a cambio, poniendo el pecho y extendiendo la mano.
Todo es ayer;… hoy, mi mirar es lánguido y fatigado entretanto pensamiento que recorre vivencias por los recuerdos, como si viera fotos de un álbum olvidado.
Hoy cercada de soledad, elevo plegarias queriendo maravillarme con ese sentir que embruja el alma, para que me vista de sonrojos la cara descarrilándome los latidos.
Hubo un tiempo de milagros que alteraba mi vivir; hoy el sosiego me sume en un letargo de añoranzas que supuran melancolías.
¡Ven, acércate y móntate en mi locura!, locura que abriga una esperanza única,...¡sacúdeme el polvo y las telarañas!… el tiempo ya no nos perdona si dejamos partir el tren.
¡Hoy es el momento!, ¡ahora!, ¡ya!,…aún podemos recuperar ese prodigio, mañana…mañana ya no sé.