martes, julio 31, 2007

¡Nosotras que nos queremos tanto!













Memory


Sobre la mesilla de noche descansa un libro, “Nosotras que nos queremos tanto” de Marcela Serrano, fue lo último que estabas leyendo añorándome en la lejanía, no pudiste terminarlo, allí descansa tal cual lo dejaste haciéndome compañía y recordándome cada día que te fuiste para siempre dejándome sola con mis utopías.
Eras vos la que necesitaba mi fuerza, te aferrabas a la cola de mi barrilete para ascender libre y volar sin miedos tomada de mi mano.
Era yo la que te protegía, siempre fue así sólo que esa vez no pude, mis dedos no pudieron alcanzarte, no pude arrebatarte de las garras de la señora de las tinieblas, odié con el corazón desgarrado, lloré, rabie, me enojé con Dios, maldije a la vida y cerré los ojos no queriendo ver, seguías conmigo, como antes, como siempre.
Sigo oyendo tu voz dulce y tierna, sigo repitiéndote “te quiero”, sigo diciendo que eres mi otra mitad como solíamos decirnos y explicábamos a nuestros hijos por qué éramos la mitad de la otra, tan unidas que nada nos separaba.
La vida me mutiló y me dejaste sin sueños.
Viviste llena de miedos, fue así desde que éramos chiquitas y yo con mis pocos años, te cobijaba y amparaba dándome de golpes con quien te hacían daño, cosas de chicos pero no me doblegaba ningún temor, el tiempo transcurrió y vos pegada a mis costillas tropezabas para que yo te levantara y montada a la estela de mis audacias, enfrentabas la vida.
No pude custodiarte contra lo inevitable de una enfermedad cruel y dolorosa, imploré tanto, tanto,… prometí tantas cosas para ser oída, grité de angustia a un Dios sordo que me dejaba sola, que me amputaba parte de mi misma y como crisálida que se muta te convertiste en sombra.
Te agrandas para sostenerme cuando flaqueo, te empequeñeces ante mis osadías, caminas a mi lado, detrás o delante de mí, siamesa adosada a mi corazón que te añora buscando tus brazos, para estrecharte contra mi pecho hoy solitario.
Te recriminé tantas veces tu abandono, mi fortaleza radicaba en vos, en tu debilidad, comprendí que sólo vos eras mi coraje, me traspasabas tus temores para que yo, mayor que vos un año, me enfrentara a todo ahuyentando fantasmas.
Estás, vives en mí cada día, te traje conmigo y esparcí tus cenizas en un mar con el que soñabas, haciendo realidad la quimera que te aventuraba a seguir mis pasos atravesando un océano de fantasías.
He desbordado lagos y pantanos con lágrimas que no dejan de brotar,…¡te necesito tanto!,… sólo vos eras carne de mi carne, mi propia sangre.
Querida Silvita, Cuca de mi alma, hermana mía, me sostiene saber que nos encontraremos algún día, que serás vos quien me ayude a cruzar el río que nos separa en ésta vida.
¡Nosotras que nos queremos tanto!,… ni la hoz macabra de la muerte te arrancó de mi ánima por la que correteas libremente, sin envejecer, eternamente joven y bella, inyectándome la intrepidez de la valentía para recorrer el camino que soñábamos las dos.
Te quiero.